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sábado, 8 de julio de 2017

Emoción y Sentimiento

Quisiera distinguir entre emoción y sentimiento para orientar al lector al enfoque de este artículo. Emoción" viene del latín emotĭo, -ōnis, que significa "el impulso que induce la acción".

En psicología se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos y relaciones de la realidad o la imaginación, que se expresa físicamente mediante alguna función fisiológica como reacciones faciales o pulso cardíaco, e incluye reacciones de conducta como la agresividad, el llanto, la alegría, la compasión."

He escuchado algo que define de otra manera a la e-moción y que es igualmente aplicable. Dice que es energía en moción o movimiento y que alude a los efectos de las emociones sobre el comportamiento humano.

El sentimiento puede tener una relación directa con las emociones pero entandamos también que viene de sentir y el sentir puede vincularse con diferentes dimensiones de nuestra existencia. El sentir puede estar relacionado a una emoción tanto como a una intuición.

Usaré la idea de sentir relacionada con una experiencia interior intuitiva que, a diferencia de la emoción, no necesariamente termina en una acción externa sino una inacción externa y una acción interna relacionada con la quietud y el silencio que a su vez se puede volver en una acción externa de inacción.
Entonces, volviendo a la experiencia de amor, es evidente que la mayoría de la humanidad no ha llegado a vivir en el estado de amor incondicional. El amor personal es mucho más atractivo porque es más dinámico y para el nivel de conciencia que manejamos esa gran mayoría, ese es el amor con el que nos identificamos así no sea el amor que buscamos.

En el fondo parecemos tener la idea de un amor verdadero y pasamos buscándolo de relación en relación hasta que creemos que lo hemos encontrado y ahí muchos se casan. Claro, no se aplica a todos los humanos porque hay tradiciones en las que los matrimonios no son a voluntad sino programados e impuestos.

Pero hablemos de la mayoría del mundo occidental que ha tenido la libertad de buscar el amor en una pareja. ¿De dónde surge esta idea del amor verdadero? ¿A qué se refiere, realmente? Para esta mayoría de la que estamos hablando, generalmente, se refiere a encontrar el amor de la vida personificado en otra persona.

O sea, un amor personal. Y también suele suceder que, con el pasar del tiempo, ese sentimiento que creíamos que era amor, de pronto, ya no es igual y pensamos que se ha apagado, que se ha acabado o que se ha transformado. Recordemos que no somos seres monogámicos por naturaleza, eso es un agravante al compromiso adquirido.

Entonces, siempre habrá una sensación de que algo falta, de que no es lo que estábamos buscando. En alguna parte de nosotros debe haber un registro que sabe de qué se trata lo que estamos buscando pero como nos concentramos en el tema personal, no llega a sintonizarse con ese registro original. Entonces, debe haber algo mas, debe haber otro tipo de amor que es el que concuerda con esa idea mal interpretada.

¿Cuáles son los personajes, si consideras alguno, que crees que han llegado a lo máximo de manifestación de amor? Si no te viene nadie a mente déjame sugerir algunas posibilidades: Madre Teresa de Calcuta, Jesús, Buda, Krishnamurti, Gandhi, Paramahansa Yogananda, y bueno, la verdad puede haber muchos personajes que personifican la experiencia óptima de amor.

Ahora, esto puede sonar como inalcanzable o hasta puede haber la sensación de que ese no es el amor al que nos referíamos. Y en ese punto sería mejor preguntar quién o qué parte dentro de nosotros puede sugerir que no es el tipo de amor que realmente queremos. ¿Es acaso el ego el que interviene, el que busca satisfacción y llenar vacíos afectivos?

Si, de pronto, nos encontramos con esa posibilidad, entonces, sabemos que no podemos darle el protagonismo que desea en este tema y más bien nos da una alerta de lo que necesitamos sanar o superar. Voy a vincular el amor incondicional con el amor universal. Lo hago porque en esencia, el amor universal es amor incondicional.

Pero debo aclarar un par de cositas sobre el amor incondicional primero. A menudo consideramos que lo que sentimos por nuestros hijos es amor incondicional pero, generalmente, no es así. Otra cosa es que les queramos a nuestros hijos en las buenas y en las malas, pero amor incondicional va un poco más allá de quererles por el principio básico de que son nuestros hijos.

¿Qué significa incondicional? Según uno de los diccionarios, significa "Que no tiene limitaciones ni condiciones".  Hoy conversaba con algunas personas sobre este tema y surgía la idea que tenemos una mayoría. Es justamente la idea de que a los hijos se les quiere de forma incondicional.

Pero, luego de un análisis más profundo, determinamos que no era tan incondicional pues no es que les aceptamos como son sino que tratamos de moldearles como quisiéramos que fuesen. Aunque podamos aceptar que tengan una personalidad especifica, mezclamos disciplina con amor incondicional y con lo que nosotros creemos que es correcto o no para ellos.

Pero el amor incondicional, como tal, va mucho más allá que ver a un hijo como un hijo. Es ver a un hijo como un alma en proceso de despertar, es comprender la esencia de su energía y saber cómo ayudarle para que se alinee con su propia naturaleza. Ahora, esa no es una tarea que pensemos siquiera que esté en el manual de paternidad (el mismo que ni existe).

Y no solo eso, sino que parece desorbitante para muchos lograr algo así. Es que claro, primero tenemos que lograrlo en nosotros, alinearnos con nuestra esencia, entendernos como seres espirituales, sentir nuestra alma o, por lo menos, el contacto con el Yo Superior si es que tenemos dificultades con las etiquetas espirituales. Ese es un estado de contacto que hemos olvidado estas épocas, pero que es posible lograr.

Cuando digo que el amor incondicional no es una emoción sino un estado de conciencia, me refiero justo a esta experiencia de poder sostener en nuestra contemplación a otra persona en el estado absorto del vacío, que a su vez está lleno de conciencia. Es ver a alguien sin juzgar, sin pensar, sin variaciones de voltaje emocionales, es mirar desde el vacio, mirar lo abstracto, mirar más allá del tiempo y del espacio.

Esto sucede a todos en algún momento sino que no le prestamos suficiente atención como para tratar de entenderlo en nuestra tercera dimensión. Como es tan, aparentemente, vacío lo dejamos pasar. Estos momentos pueden darse cuando uno observa no solo a un ser amado, sino un paisaje, cuando escucha un tema musical fundiéndose con el mismo en el que uno se pierde en espacio y tiempo.

Como son momentos de tan poco valor racional, los dejamos pasar pero, realmente, son momentos sumamente poderosos que señalan en una dirección que necesitamos indagar y experimentar más para despertar a otros niveles de existencia. Entonces, desde esta perspectiva, el amor incondicional y el amor universal son lo mismo.

Y esta es la experiencia más grande de amor pues cuando se llega a este nivel, el deseo más grande es el servicio a los demás porque, entre otras cosas, se logra un entendimiento claro y a nivel celular de que todos somos uno. Entonces, ahí si funciona poderosamente ese principio de dar a los demás como un acto de amor puro.

Para llegar al punto de olvidarnos de nosotros para servir a los demás tenemos que primero pasar por el proceso de conocernos y alinearnos con el pulso del universo. En ese momento podemos dejar ir el concepto de uno mismo como un ser individual y separado de los demás.

Aunque esto pueda sonar bonito, también suena utópico para muchos pero no lo es. Esto es alcanzable, es más, ya di ejemplos de personas que lo han logrado. ¿Por qué son tan pocos los que logran este nivel de amor? La respuesta es muy sencilla: porque son pocos los que están dispuestos a mirarse internamente hasta lograr la integración total.

Esta integración implica acoger la luz y la oscuridad por igual; implica sanar las heridas internas, superar los traumas y el condicionamiento, romper con las limitaciones de pensamiento impuestas externamente y auto-impuestas, implica quitarse el velo de la ilusión.

Este es un trabajo que puede tomar muchas vidas, pero hay que reconocer que cada momento es una oportunidad para lograr esta realización. Encontraremos liberación de este "samsara" cuando hayamos hecho el trabajo que necesitamos hacer con nosotros mismos.

 Es mayor la cantidad de gente que está concentrada en el mundo externo y que vive en función del mismo. Igualmente, es mayor la cantidad de gente que ha perdido la confianza en sí misma por tener su atención primordial fuera de sí. Recordemos que donde esté la atención estará la energía.

Si mi atención está afuera, ahí es donde vivo y donde me desenvuelvo. Los pasos para establecer contacto con uno mismo, con el mundo interior son sumamente sencillos. El primer paso es convertirse en observador de uno mismo. Tan sencillo como eso. Compartiré un ejemplo. El otro día, estaba sola en la oficina.

Me han hablado que hay espíritus por ahí. Eso de por sí ya clavo un miedo que, eventualmente, se hizo inconsciente y se sumo a los miedos aprendidos. Y el miedo a los "espíritus" también fue aprendido del miedo a lo desconocido. Antes de salir tenía que verificar que todo esté apagado.

Pasé por un hall largo y oscuro. Ese mismo instante me vino el miedo a la oscuridad y toda la programación del miedo. El corazón latió más rápido por unos segundos hasta que yo me dije a mi misma: tranquila, no hay nada que temer, todo está bien, no pasa nada. Ese momento me calmé y el miedo desapareció.

Para que esto suceda, tuve que primero notar mi miedo, darme cuenta de que estaba con miedo y luego, simplemente, estar en el presente, consciente de que no estaba pasando nada para sentir miedo y, en ese momento, deje ir ese miedo.

Aun en momentos en los que sí hubiese motivo para estar asustados, si nos rendimos al miedo nos quedaremos congelados y no podremos actuar, por eso, estos pequeños ejercicios de enfrentar los miedos más pequeños sirven como entrenamiento para cuando surja una situación de mayor complejidad.

Es igual con otros aspectos de nuestro ser. El otro día le decía a un amigo que le quería a pesar de las diferencias que tenemos. El, en vez de sentir y aceptar el afecto, salió con análisis racionales sobre el tema afectivo.

Si fallamos en vernos a nosotros mismos, en darnos cuenta de nuestras reacciones y qué está detrás de las mismas que hace que nos salgamos de la realidad de una situación, no podremos realmente reconocer ni encontrar las programaciones a las que estuvimos sometidos y que moldean la realidad de nuestra vida.

Necesitamos ir más profundamente para llegar a la raíz o por lo menos el punto vulnerable de una situación o experiencia. Solo enfrentándonos a nosotros mismos podremos lograr un anclaje en la relación con uno mismo. Si no podemos cultivar esa relación con uno mismo, tampoco podremos lograr alcanzar ese nivel de "amor verdadero" que trasciende el amor personal.

Mientras nos quedemos en el nivel del amor personal tendremos, sin duda, experiencias maravillosas, extáticas, pero también serán temporales y sujetas a las variaciones emocionales. Eso también es una experiencia valiosa, deliciosa, maravillosa a pesar del sufrimiento que nos pueda traer, pero no deja de ser una experiencia muy pequeña de lo que es el amor como energía esencial.

Aun cuando sentimos cosas grandiosas, son como abreboca del poder que hay en la energía esencial del amor. ¿Por qué habríamos de querer experimentar ese tipo de amor? Pues porque en el fondo ese es el amor que estamos buscando, el verdadero amor, uno que trasciende espacio y tiempo, uno que siempre es.

El amor personal existe para que podamos vislumbrar la fuerza de la energía "amor" pero no nos permite experimentar su totalidad. Como esta experiencia personal es de fácil acceso nos quedamos en este nivel del verdadero potencial. Lo mismo sucede con nuestra personalidad.

Es lo que tenemos como acceso para conocer el alma y los niveles espirituales, pero como eso es lo que tenemos con facilidad porque está dado, ahí nos quedamos. O sea, nos quedamos en la identificación con el ego y no vamos más allá para reconocer lo que somos en esencia.

Igual en la experiencia del amor, nos quedamos en la experiencia personal porque con eso nacemos como abreboca pero no vamos más allá porque para eso se requiere una búsqueda interior. ¿Es que acaso nos podemos conformar con los abrebocas? Si lo hacemos,  requeriremos siempre de ellos para sentir alguna forma de llenura.

Es como necesitar conectar el enchufe a la pared para tener acceso a la electricidad. Si vamos más allá, no solo que ya no necesitaremos abrebocas, sino que ya no necesitaremos conectarnos a la pared para tener acceso a la electricidad pues viviríamos recargados y llenos por la fuerza de esa energía esencial. Espero que estas comparaciones hayan servido el propósito de aclarar las diferencias que hay entre el un nivel de experiencia y el otro.

No sabría decirles cuáles son los motivos por los que la búsqueda de uno mismo y el trabajo interior resulta complejo y, aparentemente, difícil. Quizás fue una condición de la creación tener escondido el tesoro de la existencia. Así, este juego que llamamos vida resultaría más interesante.

Otra posibilidad es que al ser complicado, cuando uno hace el esfuerzo, saca los recursos que permanecen dormidos. Realmente, son tantas las formas en que se puede entender la situación.



Lo que sí está claro es que para despertar estos niveles de amor, definitivamente, necesitamos hacer un trabajo interior y luego rendirnos a las fuerzas superiores que se mueven en el universo. Ahí encontraremos que la luz es amor, el amor es libertad, la libertad es paz y la paz es la luz.